lunes, 31 de marzo de 2008

Directivos y errores

Hoy vamos a reflexionar sobre una cuestión que se expresa con cierta frecuencia en el ámbito de la toma de decisiones, y que cuando se simplifica diciendo aquello de que “el error no importa …” no puedo dejar de tener una sensación de que se está tratando el tema con demasiada ligereza, o al menos, podemos estar dando esa impresión a otras personas.

Parece que estuviéramos transmitiendo al resto de directivos, especialmente a los más jóvenes, que la única prioridad es tomar decisiones y que el error no importa. Y sí importa, sí tiene trascendencia y los errores sí tienen un coste.

Ser directivo implica tomar decisiones pero ¡ojo! se trata de acertar.

Por supuesto que te puedes equivocar. Y como directivo en Banca a lo largo de mas de 30 años tomando decisiones en el ámbito de las TIC, me he equivocado en distintas ocasiones y reivindico el derecho equivocarme, pero soy consciente de que quién me ha confiado una responsabilidad espera que tome las decisiones mas adecuadas y me paga por acertar, no por tomar muchas decisiones sin mas.

Sí estoy de acuerdo en que no hay que tener miedo a los errores. De hecho afirmo que con miedo no se pueden tomar las decisiones requeridas por las situaciones a las que frecuentemente se tiene que enfrentar el directivo hoy en día.

Aunque me atrevería a afirmar que en este punto tienen mas que decir los superiores de esos directivos, el directivo tiene que percibir el apoyo de sus superiores y nunca sentir su aliento en la nuca esperando para recriminarle su próximo error, porque a medio plazo nos encontraremos con un malogrado directivo “burocratizado” que se preocupará más de no cometer un error que de tomar las decisiones que hagan a la empresa evolucionar y competir en el mercado. Digo más, solo en un ambiente de confianza pueden crecer los directivos, y profesionales en general.

Pero, en el extremo opuesto, que nadie entienda que estoy justificando la actitud de esos “pseudodirectivos” que nunca se equivocan porque no toman decisiones. De hecho, nada hay que más deteste que este tipo de personajes cuando me los he encontrado en mi vida profesional (afortunadamente es un porcentaje mínimo),

Son verdaderos especialistas en “poner pegas”, en encontrar “el error” y parecen buenos criticando a los demás o a las decisiones que se han tomado (ya lo decía aquel entrenador del Barcelona “… siempre negativo……..nunca positivo….”). Nunca crean nada porque “nunca se mojan”, y se encuentran mucho más cómodos “analizando” el trabajo creado por otros ya que es más fácil criticar sobre algo hecho que crear algo nuevo.

Encuentran la horma de su zapato cuando se les pone al frente de una responsabilidad, aunque siempre seguirán insistiendo en que el problema es de un tercero, de las condiciones del entorno, etc. para no tomar ninguna decisión. Algunos llegan al extremo de ser un verdadero “cáncer” para las empresas ya que estas actitudes se “calcifican” dentro de la organización y se crea un entorno en el que los que toman las decisiones perciben que, con toda probabilidad, serán objeto de la crítica, se fomenta la pasividad, terminan contagiándose de esa falta de iniciativa, se vuelven “segurinos” y pasan de gestionar las situaciones a algo que se parece a una mera “administración” (en el peor sentido de la palabra) de las funciones del puesto.

Volviendo al tema de nuestro documento de hoy, es cierto que el error no es una vergüenza y que en ciencia el error es una herramienta, tal como señala el doctor en Física Jorge Wagensberg, responsable del Area de Ciencia y Medio Ambiente de la Obra Social de la Caixa.

Pero que eso no sirva para justificar cualquier decisión. Analicemos lo que esta frase supone.

Como en cualquier ámbito de la vida, en la empresa podemos cometer errores y ello nos servirá para mejorar el producto/servicio final. Pero hagamos ciencia: realicemos pruebas de ensayo y error en el laboratorio, no en el producto final que ponemos en manos de los consumidores. En el ámbito empresarial, se debe traducir por manejar entornos de investigación y procesos de innovación que deben ser analizados con mucho rigor, metodología y detalle para modificarlos, “afinarlos” y volver a pasarles el test antes de entregar al cliente un producto/servicio final con la calidad que nuestro cliente requiere.

Al igual que en los desarrollos informáticos, en la creación de cualquier otro tipo de productos o servicios empresariales, propongo entornos y procesos de prueba rigurosa, con una metodología documentada y sistematizada, que especifique cada uno de los pasos (prueba unitaria, pruebas de integración técnica con el resto de sistemas, prueba de usuario y prueba de aceptación) para llegar a un resultado final de calidad, que debería ser el objetivo de toda empresa.

Y ahí sí cabe hablar sobre formación, conocimiento, reflexión, análisis, empatía, metodología, esfuerzo (10% inspiración, 90% transpiración), dedicación, etc. porque seamos claros, genios solo hay unos pocos (aún así, Leonardo Da Vinci decía hace ya 500 años “la inspiración es algo que dura un minuto, pero te tiene que pillar trabajando…”) y el resto de los “normales” podemos, y debemos, aportar las características y actitudes mencionadas anteriormente.


En resumen, tomar decisiones sí, pero no cualquier decisión y a cualquier precio. Nuestros clientes se merecen a los mejores directivos para analizar, planificar y entregar el producto que contenga el valor que ese cliente espera.

Y a partir de ahí, cuando se produzca el error, analicémoslo sin complejos, enfrentémonos a él sin tratar de evitar nuestra responsabilidad porque nadie está esperando para castigarnos por ello y aprendamos lo máximo posible acerca de las causas que desembocaron en el yerro para que la próxima vez sea mas improbable que nos equivoquemos.